Academia militar revolucionaria

Cuando el deli-rio de Chávez estaba en su apogeo, petróleo y audacia e ignorancia combinados, le dio por promover una especie de ejército latinoamericano que algún día fuese capaz de enfrentar los imperios, ser imperial él mismo. Y llegó a plantearlo con toda arrogancia en escenarios continentales.

Por supuesto no encontró sino silencios públicos y risotadas privadas. Esos niveles de elucubración como se sabe han bajado mucho: porque los chistes de las cancillerías se han hecho del dominio público; los Santos han hecho lo suyo; el Imperio y sus poderosos tentáculos no han cesado de hacerle descender a defenderse de delitos más bien feos (computadoras, maletines, Makled, derechos humanos) y el modelo venezolano se ha hecho cada vez más repelente para obtener votos en la región entera y hasta los felices cubanos han emprendido el largo camino hacia la alienación capitalista.

Por tanta resaca, decimos, el Caudillo ya se ha convencido que lo suyo es de escalas más moderadas y tristonas, menos épicas. Siempre se produce esa acelerada curva descendente para los Kim Il Sung y otros mecías tercermundistas.

De ese gran ejército libertario, salido de su cacumen visionario, se ha terminado por conformar con una Academia Militar con los cubanos y bolivianos, a la cual probablemente se sumarán el bagazo orteguista y algún otro petrodependiente, donde la oficialidad se formará en principios integrales revolucionarios y en guerras no convencionales, populares porque en las de siempre hay poco que buscar con tanto misil inteligente que anda persiguiendo al “Bolívar libio” y otros hermanos. Es decir que se trata de algo así, traducido a términos más clásicos, como una escuela de guerrilleros, con formación en materialismo dialéctico y materialismo histórico. ¿Se acuerda alguien, de cierta edad, de algo parecido por allá por los años sesenta bajo la tutela de Barbarroja, Revolución en la revolución y el manual de Politzer? Una verdadera joya retro, como un retrato de Tongolele o un bolero de Pedro Vargas.

La verdad es que no sabemos mucho de este nuevo convenio, salvo por un oficial jubilado chavista, que preside una asociación de antiguos combatientes, seguramente plagado de militares que aprendieron y pusieron en práctica todo lo contrario, las perversidades que les enseñaban los gringos, en la Escuela de las Américas, para aniquilar subversivos y que deben andar tratando afanosamente de modificar su adiestramiento. El susodicho oficial no sólo cree que los objetivos pedagógicos están más que claros sino que lo considera, ¿cómo podría ser de otra manera?, la concreción de los sueños latinoamericanistas de Bolívar.

La verdad es que el proyecto no promete mucho, ahora que Humala anda de la mano de Vargas Llosa, las izquierdas continentales se hacen cada vez más europeas, el liberalismo de Lula campea y el Consenso de Brasilia luce tan lozano en estas tierras como el de Washington hace unas décadas. Y si es por hermanar nuestro ejército con el de Fidel y Raúl parece, según los expertos, asunto consumado desde hace mucho, en realidad no nos queda sino practicar el incesto.

Pero en todo caso el militarismo endógeno sale, como la espada que camina, a la venta para el continente entero, donde parece haber poco mercado para el secular producto.

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